Reportaje

        En esta página relataremos un reportaje sobre la asociación IZANGAI. Iremos a su sede en Bilbao y conoceremos más de cerca cómo es ser un voluntario y cómo es ayudar a la gente excluida
en primera persona.

Si quereis saber más sobre esta organización, seguid este enlace:

Cada uno de los componenetes de nuestro grupo cumplirá las siguientes funciones:

  • Oihane será la fotógrafa.
  • Ander grabará todas las preguntas que hagamos.
  • Alba e Iñigo entrevistarán al componente de la asociación IZANGAI.

   ..............................................................................................................................................................


Ya hemos ido a Izangai y hemos relatado nuestra historia en un reportaje.Aquí os lolo dejamos:

GESTOS DE HUMANIDAD

Esperanza. Te ayuda a seguir, te enseña a  progresar, te invita a perseguir tus sueños y te prohíbe abandonar. A veces suele resultar odiosa, otras veces, puede ser lo último que se pierde, pero nunca te abandona. Éste es el motivo por el que vienen inmigrantes a España. Esperanza a encontrar una vida mejor, a ganar dinero. Pero no se suelen cumplir sus planes. Y entonces es cuando alguien te lleva a centros de reinserción social. Junto a una nueva vida la esperanza renace. Y los que la mantienen viva, viven en la sombra. Ahora os descubrimos a unos de ellos.
Por Alba Uruñuela, Ander Areizaga, Iñigo Sagasti y Oihane Martínez.

IZANGAI.
¿A qué os suena ese nombre? Probablemente a nada aunque, quizás  hayáis averiguado su significado: Izan Gai: Atrévete a ser.
“La verdad es que me pareció un nombre alentador”, dice Juan Carlos, fundador de esta asociación. Realmente no sabemos cómo llamarlo, si empresa, entidad o asociación. “Es más bien un proyecto personal”, nos cuenta. “Yo empecé como voluntario en un colegio de La Salle. Me encantaba ver cómo los chavales inmigrantes progresaban, lo veía en sus miradas agradecidas. Me daban las gracias por ayudarles, por apoyarles. Entonces lo decidí. Tuve una idea: ayudar a la gente dándoles un techo, comida, ropa… sobre todo dándoles la oportunidad de volver a empezar.” Dicho y hecho.

Él y tres amigos más encontraron un local en San Francisco, y lo arreglaron de manera que pareciese acogedor. “Buscamos un local por esta zona, porque éste es un barrio de inmigrantes y la mayoría de personas a las que ayudamos lo son. Lo arreglamos y lo pintamos de manera que resultase agradable estar aquí”, cuenta Marta, una mujer de unos cuarenta años, señalando a su alrededor. Ciertamente, es una habitación acogedora, pintada de un amarillo anaranjado, casi invitándonos a entrar.

Allí se pintan cuadros, se trabaja el cuero, se dibujan retratos… En la sala contigua hay un taller de informática, donde se aprende a trabajar con los programas básicos. “Es obligatorio un mínimo de informática, al igual que un mínimo


de castellano. “También se trabaja la fontanería, la creatividad, la carisma… Es lo básico para conseguir un empleo. “Aquí queremos que las personas que llegan al centro salgan totalmente renovadas. Les ayudamos a enfrentarse a un mundo nuevo y duro, les enseñamos a valerse por sí mismos. “Somos como una segunda oportunidad.” En este lugar les dan cobijo, comida, les atienden individualmente, diseñan planes específicos para cada uno y actúan en función de sus necesidades. Intentan que mejore su calidad de vida y, sobre todo, les devuelven la dignidad, por medio de gestos humanitarios, solidarios, de unidad. Y normalmente suelen tener éxito. Aunque estas personas también han experimentado el fracaso. “ No suele ser algo normal, pero ha habido gente que se nos ha muerto. A veces es de SIDA, otras veces,

sobredosis, pero da igual la causa de la muerte, siempre es un golpe muy duro. Gente que conoces, que has ayudado, con la que has convivido. Es muy duro,”  dice Marta entristecida. “ Aunque eso nos ayuda a mejorar, a darle a la gente lo que necesita, a compartir su sufrimiento. Porque nadie se quiere ir de este mundo sin saber que alguien te quiere, te respeta. Lo más importante es que sepan que, pase lo que pase, estaremos ahí”.


Éste es el caso de Juanma(aunque él no es un inmigrante, también ha necesitado ayuda). “Yo al principio no quería venir, pero un juez me obligó. Ahora no me quiero marchar. Son mi familia. “Mientras habla se le ilumina la cara, y no nos cabe duda de que aquí se les trata a las personas dignamente y con respeto. “Es lo mínimo que podemos hacer por ellos. ¿Quién no querría que alguien se preocupara cuando está mal? Todos tenemos problemas, diferentes pero, al fin y al cabo, problemas”.

Y así nos vamos de Izangai, con el corazón en un puño y la certeza de que esta asociación es ese alguien que todos necesitamos cuando nos caemos y que nos dice: “No te preocupes, yo estoy aquí, todo va a salir bien.” Y nos recoge del suelo, nos limpia la gravilla y nos pone una tirita para que podamos seguir caminando.
Porque lo importante es que estas personas sepan, que comprendan, que Izangai no se rinde, que se atreve a ser algo más que gente que te da sólo comida o techo. Izangai se atreve a ser parte de tu vida.